Mi madre, Margret Holding, de soltera Sheer, nació en Viena en 1932. Sus padres eran judíos seculares. La familia abandonó Austria poco después de la ocupación alemana en marzo de 1938.
En Kristallnacht, en noviembre de ese año, alrededor de 8000 judíos fueron arrestados y 5000 fueron enviados a Dachau. Para 1939, los nazis habían comenzado la aniquilación sistemáticade la población judía de Austria.
Paul, el padre de mamá, murió de insuficiencia cardíaca en la casa de la familia en Camberwell, Australia, en 1943. Mamá tenía 11 años.
Antes de morir dejó un testamento para sus hijos.
Basado en el humanismo secular, expusó, muy sucintamente, sus puntos de vista contra el nacionalismo, la religión y el racismo en favor de la razón, la educación, el internacionalismo y el socialismo. También discutió las relaciones con otros seres humanos y el matrimonio.
Mamá nos mencionó cuánto había influido en su vida el breve ensayo de su padre. Eso fue discutido mucho mas que el suicidio de su madre solo 7 años después de la muerte de su padre, cuando mamá tenía 18 y su madre 51.
Mamá dejó esta historia entre otros documentos personales.
No sé cuándo lo escribió. ¿Quizás cuando tendría unos 60 años?
En la historia, ella analiza el impacto de la muerte de su padre y las creencias cristianas que ella tenía en aquel entonces. El artículo también atraviesa su lucha nunca completamente reconciliada para integrar el internacionalismo idealista de su padre con el desarrollo de sus propios puntos de vista sobre la importancia de la diversidad cultural y el multiculturalismo.
También habla sobre el tema de su identidad judía. A pesar de las tendencias integracionistas de su padre y de su propio ateísmo bastante fuerte, el judaísmo fue, después de todo, la razón mayor porque su familia se fue para Australia.
Una cuestión de identidad
Mi padre era para mi una especie de guru. Guia, sabbio, una abstracion de todo sabbia bondad- sus criencias se convierteron en mi filosofia personal y fueron abrazada escrupulosamente como un camino a una vida honorable.
La suya era una voz, que venia mas de alla de su tumba y mi devocion a sus principios fue auto impuesto. Pero mi fidelidad a su filisofia no nascio inmediatamente despues de su muerte. El murio cuando yo tenia solamente once anos y en aquell entonces yo estaba muy preocupada de que el no entrara en el paraiso.
Fui a una escuela metodista y tambien a escuela religiosa domenical y entonces era muy religiosa y tambien antes de leer su testimonio espirtual, ese matavilloso tracto que dejo para sus ninos (mi Biblia, Torah, Coran)- tenia miedo que el no creia en Dios. “Nuestro padre quien esta en el cielo” estaba bien. Pero mi padre llegara al cielo tambien?
Nosotros vivimos en una modesta casa de ladrillo en Camberwell con un jardin amplio y un arbol grande en forma de pina en frente. Al fondo de nuestra calle un pocquito mas alla de un puente pequeno estaba el estacion de tren Willison. Uno podia ver el tren ascercandose a la estacion desde una distancia y si llegabas a la mitad del parque y corrías el resto del camino, podías llegar a la estación a tiempo para tomar el tren.
Sabia que mi padre tenia un corozon debil pero eso no me impidió correr delante de él como un cachorro ansioso gritando: “¡Date prisa! ¡Puedo ver venir el tren! Lo perderemos”. “No importa. No hay necesidad de correr’, decía con calma, “Seremos los primeros para el próximo”. Ese fue el tipo de hombre sabio que era.
De todos modos, el día que murió yo había llegado a casa de la escuela y estaba caminando por el camino hacia la puerta principal justo cuando el Dr. Weiss se iba y en lugar de su saludo amistoso, simplemente pasó sin mirarme, así que ya sospechaba lo que había pasado.
Durante semanas había observado con ansiedad una especie de latido en su garganta que, según me habían dicho, estaba relacionado con la aceleración de los latidos de su corazón, y temía que todo fuera demasiado rápido y luego todo se detuviera. Últimamente, a menudo estaba tan corto en su respiracion y, como mi madre estaba en el trabajo, era yo quien lo ayudaba a colocarse la máscara de oxígeno connectada a una gran botella de gas que tenía al lado de su cama.
Este dia mi madre estaba en casa y cuando me pregunto si yo queria ver su cuerpo me nege, cosa que despues lamenteria.
Pero estaba muy preocupada por su futuro asi que pregunte si el tenia una sonrisa en su rostro. Cuando mi madre me dijo que parecia contento eso no fue suficiente para mi asi que mi teoria era que una sonrisa hubiera indicado que se habia convertido o que se habia arrepentido en el ultimo momento asi que Dios lo hubiera perdonado asegurando así su lugar en el cielo.
El proximo dia el director de la Funerabia vino y me retorcí de vergüenza cuando noté su ceño fruncido de censura y desaprobación hacia mi madre mientras le decía que no quería servicio, ni predicador, ni flores. Sabia que ella lo queria entonces por que era tan despiadada? Finalmente, despues de lo que a mi, mi parecio un tiempo interminable, ella le mostro al hombre. La tengo todavia. No decia mas que “Deseo ser enterrado sin assitencia clerical” firmado Paul Schneer. Está bien, razoné para mí mismo, ningún clerico es lo que él quiere, pero ¿por qué no ha pedido flores? ¡Mi pobre padre!
“Los judios no tienen flores en las funerales” mi made me dijo despues. Eso es muy tacaño pensé.
La misma ansiedad (orgullo, vanidad?) provocó mi respuesta unas dos semanas después, cuando me pidieron que enviara las tarjetas de “gracias por sus condolencias”. Teníamos cuarenta y ocho, lo que pensé que era mucho, y monté mi bicicleta hasta el buzón y despacio, meticulosamente despaché las cartas, una a la vez, con una pausa entre cada una, complacida de que tanta gente hubiera llorado la muerte de mi padre y mirando a mi alrededor con la esperanza de que hubiera muchos espectadores para darse cuenta.
Después del funeral mi madre nos llamó a mi hermano mayor y a mí a la sala y nos dio undocumento escrito a máquina. Nos dijo que nuestro padre había dejado eso para nosotros y que lo deberíamos leer inmediatamente. Así me di cuenta de que eso era lo que él había estado escribiendo a máquina tan intensamente en las dos semanas antes de su muerte.
Y empieza así:
“Este es mi testamento espiritual.
A ti mi querida Ilse te digo que te amo mas que mi vida y tu amor hizo valer vivir mi vida. Te agradezco por los años afortunados de mi vida.
Pero para ustedes, mis hijos, creciendo en un mundo de cambio rápido, quería aclarar un camino para que superen el montón de prejuicios y asi adquirir una mente libre y consciente.
Sin una vista firme encontrarán difícil ubicarse bien en el mundo. Viviendo en un país inglés no tienen las ventajas de los nacidos anglosajones ni la seguridad de la tradición. No obstante escapados de Europa Nazi no son judíos. Las enseñanzas y costumbres de los judios son tan extrañas a uds como las de los esquimales y los gitanos. Pero tampoco son alemanes, británicos ni australianos. Y esa es su dificultad. Pero con una vista buena eso podría ayudarles a ser ciudadanos libres y conscientes del mundo.”
Y eso es como termina:
“Eso es todo lo que necesito decirles. Si logran obtener un trabajo que les da satisfacción, si entienden lo agradable de la vida y si viven como ciudadanos libres en un mundo libre, entonces sus vidas estarán bien vividas. Eso es lo que espero para uds. Y si desean honrar mi memoria pueden leer mi testamento una vez por año en el aniversario de mi muerte.”
¿Qué es un testamento espiritual? Un legado del alma?
Aquí había una disertación breve de las esperanzas y miedos de mi padre para la humanidad y como uno puede tratarlos en forma de principios. Estos pensamientos estaban organizados bajo los titulares del nacionalismo, religión, historia, socialismo, educación y compañerismo. El último contenía una parte sobre el matrimonio y paternidad y como un padre podría querer a su hijos a través del proceso continuo de enseñarles.
Recientemente resucité esta epístola que ha estado dormida dentro de un archivo marcadocomo PERSONAL que contiene cartas antiguas, informes escolares, referencias de empleadores, una carta de mi hija cuando se escapó de casa a los quince años (regresó), notas de agradecimiento de antiguos alumnos y así. Al leer el testamento una vez más, me sorprendió la cantidad de errores gramaticales y ortográficos (tanto errores tipográficos como genuinos), pero sobre todo su brevedad: menos de ocho medias páginas apretadas. Sabía que era breve pero, con el tiempo, su impacto había ampliado su contenido en mi imaginación. Además, ahora visualizaba otro aspecto: un hombre desesperadamente enfermo luchando urgentemente por transmitir pensamientos en un idioma extranjero para que sus hijos pequeños comprendieran su significado.
No recuerdo cuánto entendí en aquel primer día. Sé que sentía mi corazón hundirse cuando me di cuenta de que las posibilidades de que mi padre hubiera aceptado a Dios en su lecho de muerte eran pocas. Sé que eso fue mi mayor tormento y la razón por la que lloraba mientras me daba cuenta de lo que estaba leyendo. Con el pasar de los meses y después de los años leía sus reflecciones una y otra vez. En el primer año compré un pequeño libro azul donde escribí cada palabra en mi propia mano, corrigiendo las faltas de ortografía y usando notas a pie de página para aquellas referencias a hechos famosos o personas con las que no estaba familiarizado y que había buscado una explicación.
Mostraba eso a cualquiera que pudiera tener interés, y, también a muchos que no tenían ningún interés. Tenía vergüenza de mi hermano que nunca parecía leerlo y también tal vez fue la razón por la que golpeé a Mary Briggs con mi libro de escuela después de que dijo que nunca se casaría con un chino.
A pesar de toda esta reverencia, me tomó hasta los diecisiete años convertirme a la fe de mipadre, el humanismo ateo, y luego otros treinta años para comprender que él era hijo de su tiempo, así como yo soy hija del mío. Mi padre era un judío secular del centro de Europa nacido a finales del siglo XIX. Fue un producto de la Iluminación y un creyente en elpoder supremo de la razón y la ciencia para llevar progresivamente a la humanidad a un mundo mejor. Como muchos de su generación, creía en la posibilidad de la hermandad y la igualdad de todos los hombres y por eso era socialista y asimilacionista. Entonces, cuando llegamos a Australia, anglicanizó mi nombre de Gusti Marguerite Schneer a Margret Sheer (Margarita mal escrita porque no podías escuchar la segunda A).
Mi padre sostenía que las etiquetas como judío y chino eran superficiales, impuestas por otros, carentes de cualquier sustancia básica y, por lo tanto, no necesitaban, quizás no deberían, ser apropiadas por la persona caracterizada de esta manera. En nuestro lenguaje actual, creía que la etnicidad no debería importar y, por lo tanto, no era importante. En la era científica moderna, argumentó que las tradiciones obstaculizan el progreso y que los viejos rituales debían descartarse porque simplemente ya no tenían ningún sentido. En la década de 1940 aún no estaba de moda la idea de que las tradiciones culturales de una minoría oprimida constituyen la esencia misma de su dignidad e identidad como seres humanos. El concepto de diversidad cultural o multi-culturalismo surgió en mi vida, no en la suya.
Entonces, ¿soy judía? Cuando le digo a la gente que soy judía, que es solo cuando es relevante o útil, sé que me miran de manera diferente. Creen que soy zurda, inteligente o buena en los negocios o que sé lo que es Yom Kippur, y eso me enoja. Cuando los ancianos sobrevivientes del Holocausto, a quienes visito como voluntaria, me preguntan “¿Eres judía?” Respondo “Sí” porque son viejos y desconfían de los extraños. Pero internamente sus preguntas me irritan porque lo que realmente quiero decir es: “¿Importa? ¿Por qué todos ustedes son tan racistas?”.
Sin embargo, contrario a las aspiraciones de mi padre, ser judío es parte de mi historia personal. ¿Por qué, si no, una imagen en mi cerebro de mi padre alcanzando un globo terráqueo (debía de tener unos seis años) y señalando Viena? “Aquí es donde estamos”, dice (en alemán) y luego, moviendo los dedos sobre la superficie redonda hacia el lado opuesto, encuentra Australia “y allí es donde vamos”. Y cuando le pregunté por qué, me dijo: “Porque no hay nada más lejos de aquí”.
Entonces, no puedo dejar de sentir que negar mi judaísmo sería traicionar a todos aquellos que, a diferencia de mi padre, no se fueron a tiempo y fueron asesinados tan brutalmente. Es como si fuera un acto de desafío: nos trataste con odio y desprecio, trataste de deshacerte de personas como yo, pero todavía estamos y estamos orgullosos de ello.
Ninguno de nosotros nos hemos casados con judíos- ni yo, ni mi hermano, ni mis hijos.
El padre de mis hijos es hijo de inmigrantes irlandeses protestantes, y mi segundo marido es un australiano anglo-protestante de cuarta generación agnóstico. Mi hija se ha casado con un hombre nacido en Holanda, un no creyente fugitivo de sus padres fundamentalistas de la Iglesia Reformista Holandesa que no hacen más que leer la Biblia los domingos y todavía condenan a las mujeres que usan pantalones. Uno de mis hijos se ha casado con una católica no practicante, hija de una pareja cuya vida giraba en torno a la Iglesia. Mi otro hijo se ha casado con la hija de una madre anglosajona y un padre mitad católico, mitad judío nacido en Viena. Ambos padres estuvieron alguna vez en el Partido Comunista, pero el padre también fue miembro de la Alta Iglesia de Inglaterra. Estaba tan ansioso por reconciliar los valores de laIglesia y los de los comunistas que fue la fuerza impulsora detrás del plan que trajo al famoso Red Dean de Canterbury a Australia en los años cincuenta.
Y así continúa. Al final, lo que más importa es lo que haces y por qué lo haces, no cómo te llaman los demás o cómo eliges llamarte a ti mismo. Ciudadanos libres en un país libre. Dios bendiga Australia. ¡Y a mi padre también!